martes, 10 de noviembre de 2009

Lo que queda


He sacado cuentas minuciosamente, sé que hay muchas cosas que perdí por seguirte hasta ese lugar: un aro, noventa y siete lágrimas, tres cuartos de seguridad, infinitas sonrisas, bonitos recuerdos y un poco de mí se desvaneció entre las sábanas de tu húmeda habitación. Es raro... después de esto ¿qué pude yo ganar? Tú ganaste en esto, estamos claros: una más en la lista, una más en tu cama, muchas satisfacciones personales y banales tan típicas de quien se cree hombre y no es más que una falsa copia de humanidad.

Tantas frasecitas hechas, tantos cariños repetidos, tantos besos mal gastados, tanta falsedad unida.

Y qué queda de mí… -te preguntas a veces- o ya diste vuelta a la esquina?

Nada, pero nada en ti, porque me despegué desde el detalle más íntimo hasta las grandes memorias. Hoy hacer el recorrido hacia esos lugares donde ibas guardando tu realidad bastante irreal, es conocer que había colores ocultos por tu inexperiencia de ser verdad.

Tanto que hablaste de mentiras y engaños que te habían dañado y tú no eres más que un extraño a los sentimientos, que no sabe distinguir lo simple y natural de lo plástico y virtual.

Te voy a decir algo ahora: espero que alguna vez logres despertar de tu creada escenografía de esto que llamas vida. Me gustaría encontrarte alguna vez y sentirme bien de haberme topado contigo, pero eso no va a pasar mientras tú no quieras.

Ahora para mí, simplemente no fuiste – no existes.

¿Y qué queda de mí? Todo, me encuentro en todos los detalles, me reflejo en cada paso que doy, estoy acá y allá a la vez y soy yo y muchas más a la vez.

Lejos de ti, lejos de aquella que una vez fui, que alguna vez perdí y que volvió para estar en mí.

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